"No nos enseñan a vivir..., pero podemos aprender de cómo viven los demás..."



- No te muevas…

Parecía que todo el universo alrededor se contrajera en una sola cosa, una acción, en él… Su mirada fija en la pierna de su compañero, el sudor frío que atravesaba sus mejillas, la fuerza que proyectaba en sus brazos.


Era inevitable, estaba sangrando. Demasiado, la cortadura parecía más la mordedura de un maldito lobo hambriento de sangre y con sed de matar. Imparable –suspiró-.


Volteó, nuevamente, a ver su compañero, quien tenía la mirada perdida en el infinito cielo, parece como si su alma se hubiese unido a las millones de estrellas existentes. Una estrella más nació…


Es tarde, otra vez, fue su último aliento. Su amigo, amigo de toda la vida hasta el día de hoy, quedó mirando su rostro. Se acercó, el sudor gélido caía sobre los labios de su ya fallecido amigo.


No llores, no hay remedio. Cierra sus ojos, despídete de él. Mañana lo vamos a cremar.


En esa noche cuando la luz del sol visitaba las antiguas tierras y los primeros montes, se escuchó el canto de un ave que anuncia la pérdida de un ser muy amado, de su hermano, ese compañero que se encuentra una sola vez en la vida.


Más tarde, en esa misma noche, nada más se oyó. Las flamas del fuego que bailaban con el viento, parecían caballos marcando el paso contra la tierra.


Lluvia, era de esperar…, no hay mejor traidor para olvidar un recuerdo que la lluvia, se lleva los últimos rezagos de su alma, y con ella, la de su existencia. La única llama que se verá ahora será la de este cuerpo inerte dejándose devorar por el fuego…

Viento, tú que envías los mensajes a otros continentes, tus largas manos que nos acogen y azotan a tu antojo. Recoges las cenizas de este cuerpo con suavidad, como si de tu hijo fuese que lamentaras la pérdida, como si tu progenitor hubiese caído en batalla. Tú que descaradamente y con hipocresía muestras tus afectos y caricias a los vivos, recoges este polvo para llevártelo y olvidarte de él…

Agua, se dice de ti que limpias los males y curas enfermos, pero nunca se dice a dónde llegan a parar esos pesares. Tú que cuando te enfureces asciendes a los cielos para luego descargar tu ira. Tú enemiga íntima del viento, que evita tus gotas sean mortales, recibes con desprecio las cenizas que una vez fueron de un humano, un hechicero, un guerrero. Tu rival perpetuo te lanza este mal, desafiándote vulgarmente a curar ese mal. Tu desprecio recibe estas cenizas dándoles la espalda, tienes suerte de que nunca puedan apuñalarte…

Tierra, el centro de todo te consideras, sin ti no hay vida y contigo hay unión de los elementos. Que tienes la fina mezcla que agua, viento y fuego…, no eres más que una ladrona. Buscas con qué llenar y aumentar su hambre, y te vales de los demás para lograr tu objetivo. El agua, que tan buena amiga es para ti, te da sus residuos y lo que desprecia, las cenizas. No eres más que un mendigo, vives de los demás, y los demás tienen que vivir de ti…

Humano, tú..., ser que se considera perfecto e inmortal. No haces más que desperdiciar tu vida en una búsqueda sin tesoro. Tu cerrada mente no te permite ver más allá del horizonte y sentir las flores. Tú eres peor que el mendigo, pareces una ramera… crías y cuidas bien de otros para que te den de comer. Tú que recibes, sin darte cuenta, las cenizas de tu ser tan amado que utilizarás para plantar un árbol de manzanas, cuidar de él y vivir de él. Festejas y bailas por el fruto de aquel árbol todos los días, menos uno, y es el día en que lloras a ese ser amado que te dio sus cenizas para que tú, ser imperfectos y mortal, lo utilices y comas de él.



Se completa así el ciclo y se demuestra que siempre uno tiene que vivir del otro, y que otros tienen que morir para dejar vivir.