Noche....

Yo estuve, una vez estuve... en la pared del universo, universo limitado. Tenía un piso y podía tocar aquella pared, todo estaba oscuro. No se podía ver casi nada. Parado, sobre ese piso, yo me apoyé en la pared. Había una ligera luz, un resplandor que me abrigada en ese "último paradero", donde la luz desaparecía, donde ese cristal absorvía todo y era a la vez el todo de donde vivíamos. En el piso había agua, poca agua, algo asi como un charco.
La peculiar tranquilidad que sentía era inexplicable, como si estuviese en mi lugar ideal, como si supiese que las cosas eran así. No había sorpresa, sólo nostalgia...
Aún recostado, levanté la mirada y podía ver las luces del universo a lo lejos, se veían como puntitos, destellos y manchas casi transparentes... en un aspecto bizarro y vivo.

-Quería volver a casa, pero me sentía en casa. Lo curioso fue cuando volví a escuchar las melodías de la Tierra: complejas, simples, curiosas, inexplicables e incompletas. Entonces... ¿Realmente dónde estaba?

Milkus.

Empezó como una broma a faltar, luego se aburrió y ahora está sentado, no solo, pero sin ti.

27/07/10

 Aquí, en un mundo movido y turbio, decido redactar una hoja viendo o sintiendo las personas a mi alrededor.
A mi mente viene una imagen de una hamburguesa enorme, y no tengo hambre.

Alguien fumando, aptitud sospechosa, pensativo, quizá tenga algo qué decidir. El cigarro en su mano va botando humo al aire -y me acuerdo de la espuma que hace el mar, cuando caminaba-. Noche.
Estoy aquí, sentado. Se escuchan los tacos de una mujer que viene detrás de mí, cruza, es una chica, me gusta su poleron.

Una partida de ajedréz, a 15 o quizá 20 metros de mí. Las jugadas pensadas, dudosas y exitosas. Quién sabe más? Quién piensa menos? Los dos pueden ganar. El observador.

No creo que éstas sean mis mejores líneas, de hecho, es un grave error mencionarlo..., sacar al lector del mundo que tú ves para ver al narrador (Yo).
Es un error cambiar la vista inmeditamente del lector sin ninguna ventaja -¿O quizá sí?-. Es un error mencionarme en segunda persona, cuando soy yo el que describe el mundo. Seguirá siendo un error hasta que encuentre el por qué de la Interrupción.

Quizá, y más que seguro, debería hacer esto con más frecuencia, escribir en el mundo abierto (agitado y opaco).

Macarena, he visto flores amarillas y eh pensando en ti, tienen una forma muy graciosa. Creo que debería tener una decoración así en mi jardín.¿Te gustan las flores?

-Oye, Rodrigo...
 -dime.
-No te gusta ése cartel grande?
 -Sí, sale el planeta tierra. Wao..., la tierra. Debería ser Astronáuta, cumpliría un gran sueño. Diría: "¡¡He visto al Mundo!!
Vaya..., quiero ver el mundo.

No, no éste mundo, no de adentro para más adentro, sino, desde afuerza, desde donde el "hombre" no ha podido crear y/o cambiar algo. Desde lejos, donde pueda ver el "puntito" más grande que conosco.
La tierra, donde vivo.

Já! Me rio de las líricas y canciones que el Aberno nos tiene. Pues yo ya sé cómo son aquí. La Tierra...

No dije que era malo, sólo divertido...




Les contaré algo particular. Y miren que pasó hace dos siglos. Pero qué particular fue, particular seguirá siendo... pues, yo, sí yo. Voy soñando cuatro días seguidos... cuatro días no con el mismo sueño, sino, con la continuación de éste. ¿Qué pasa en mi mente? o, ¿Es que tengo una historia en mi inconsciente? Cuatro días seguidos, un mismo sueño contínuo... ¿Cuál será el fin? ¿Moriré? ¿Pasará un milagro?... Créanme todos, pues, yo, sí yo denuevo, aún no lo sé. Al final, o mejor dicho, hasta ahora, en éste sueño continuo, todos mis amigos y familiares han muerto. Oh! ¿Qué debo hacer? Vamos sueño, continúa conmigo, sí, conmigo. Que tu fin sólo será el principio de mi nuevo Libro...



Aún te espero en esos valles, donde la neblina nos cubre la mitad del año, donde el cesped siempre tiene esas gotas relucientes, como si los mismísimos duentes vinieran a adornarlo.

Rw a.ni tambien...

"Jajaja... ahora espera cuando los metales caigan. Dulce."




A veces el odio o la cólera llegan a mí mismo, por haber complicado las cosas, por buscar cosas complicadas. Debería tomar un descanso, tal vez, caminar por algún lado, ver Veleros zarpar del Muelle N°23 con una ligera niebla esperando por delante y unos agradables rayos de sol sobre estos.




El guante en mi mano derecha, empuñando un pequeño lápiz de carbón y las hojas de cartón blanco cayendo de la mano izquierda. Demuestran la hostilidad que puede tomar un ambiente, por hostilidad, digo, el impacto que me puede generar, tan sólo ver para sentir el sutil golpe de la Nostalgia – ¿algún recuerdo?- Quizá.






No todo es Neblina. Recuerdo haber tenido tres monedas en mi bolsillo, no recuerdo qué bolsillo, regresaba de una de mis clases de arte y al paso pude ver a un pequeño grupo de niños jugar de manera muy peculiar, en la entrada de un enorme parque (si es que se le puede decir parque). Acercándome, lentamente me quedé observando su curioso juego.


-Dos! Salieron dos! – Exclamó un niño con total certeza-


-No es cierto… - Refutó la niña al frente de él-


-Si salieron dos, ahora. Págame.


-¿Pagarte? No lo haré, no salieron dos


- Hm… qué estarán jugando. – Como siempre, yo, pensando en voz alta-


-Hormigas, sí, son hormigas! – Respondió inmediatamente la niña-


-Y perdiste, págame. – Interrumpió el niño-


-Esta bien, me gusta el juego. ¿Qué tengo que hacer?


- ¡Contar! – en un diminuto coro, que me hizo recordar una clase donde todos dijeron “No!” al mismo tiempo.


-Págame…


-Sabes que no lo haré. Además, hiciste trampa. Cómo sabes que es la misma hormiga, total, todas son iguales. Oscuras, pequeñas, rápidas…


-DOS! Salieron dos! – Claro, estaba contengo… cómo negarlo. Total, salieron dos hormigas. Pequeñas hormigas, como dice la niña “Oscuras, pequeñas y demás cosas”


-Parece que ustedes dos, chicos, se han puesto de acuerdo para que “pierda” – Exclamó, con un tono dulce de piconería, típico de niños. Peor aún, típico de mí.


-No es cierto! – el niño -


-Cierto… Cómo se llaman? Me llamo Rodrigo, soy de los que andan caminando, haciendo tonterías. Se nota que aún me falta madurar.


-Carlos


-Anet. Rodrigo, en serio te falta madurar? Pues yo creo que estas bien como estas. A mí me agrada. – en voz baja –


Seré sincero. ¿Qué es lo que dijo? Y cómo puede darse cuenta, a su edad especialmente (aunque no estaba seguro qué edad tenía, yo calculaba sus 8 o 10 años). Recordé cuando yo era niño y jugaba con unas piedras que encontraba, las ordenaba y saltaba. No recuerdo bien en qué consistía ese juego (disque para mi juego) Al final terminaba haciendo círculos e imaginando que pequeños caballos rodeaban las piedras, muchas piedritas, luego se iban o regresaban del lugar que salían. Mi mente.


Ella, Anet, tenía bonito cabello…


-Rodrigo… Rodrigo.. Rodrigoooo. Rodrigo..! – fue como si despertara –


-Oye chico, despierta. ¿Cuántas hormigas has contado para quedarte dormido?


-Cómo saben mi nombre? – pensando que todo fue un sueño, no entendía cómo podían saber mi nombre –


-Yo lo escuché, lo dijiste en voz baja, parecía como si te lo hubiesen preguntado – la niña, o como yo la conozco. Anet.


-Anet… quién es ella? Tú eres Anet?


-No, mi hermana se llamaba así, cómo lo sabes? – preguntó sorprendida y asustada –


-Espera, se llamaba? Qué pasó? – Enserio, esta vez no sabía qué pasaba –


-Ella falleció, tenía 17 años. Andaba en bicicleta y… - Parecía no soportar el recuerdo, es como si aun fuese fresco. No sabía qué hacer exactamente, quería saber más de ella pero a la vez no lo quería por no afectarla –


-Lo sé, no lo digas. Sólo que se me pasó el nombre por la cabeza. – Interrumpí de manera absurda, creo, al menos se sacó la imagen de la mente –


-Dime algo ¿Cómo la conociste?


-No creo haberlo hecho, sólo se me pasó el nombre por la mente. Claro, no es un nombre común. Pero se da la “casualidad”


-A mi me dijeron que no existen las casualidades – Yo digo lo mismo – De repente la conociste, fue hace poco cuando tuvo el accidente.


Entonces me maldije a mí mismo por ser un completo inútil en recordar nombres, rostros o la voz. No sé por qué no puedo evitarlo, pero olvido todos esos detalles de muchas personas. Son muy pocas las que no llego a olvidarme, enserio detesto eso, por más que trate de pasarlo desapercibido o “no me de cuenta”. Sólo puedo recordar con cierta “perfección” el aroma u olor de una persona. Desde niño con mi abuela me gustaba hacer eso, veo que puede servir. Siempre y cuando la persona estuviese viva y no muerta.


-A lo mejor, tal vez la conocí en alguna clase de inglés o en la Academia habré escuchado su nombre. Perdón, pero soy malo recordando nombres y rostros. Si alguna vez se ha sentado a mi lado y hubiese hablado con ella, fácil me acuerdo de su olor – Depende del olor, porque hay aromas que no me olvido por ser auténticos –


-Clara, tenemos que irnos, y aún no me pagas. Quiero comprar una galleta. – el niño –


-Ya voy, espérame.


-Ten, son tres monedas que tengo no sé si por accidente o es que me sobraron de algo que compré. Compra las galletas. A mí me encantan las galletas, en especial las de chispas de chocolate, que rico. Ya quiero probar – ya me estaba riendo, dejando de lado lo otro, en realidad quería una galleta –


-Jajaja eres lindo – me ruboricé – Ven – se acercó y me dio un abrazo o algo parecido, me acerqué a su cuello, llevaba puesto una bufanda. Cuando la olí, no pude dejar de respirar ese aroma. Era demasiado dulce, rico, no sé, agradable. No quería moverme de donde estaba para seguir disfrutando del aroma – Me gustó mucho hablar contigo.


- A mi también, otro día jugamos a lo de las hormigas sin que me quede dormido, y es raro, muy raro que pase eso.


-¡Yap! – vaya nivel de ternura que tienen a esa edad -


-Una pregunta, y has escuchado un nombre como “Carlos” – tranquilo pero esperando una respuesta ansiosamente –


-Sí, él era su mejor amigo. Ya no supe nada de él desde que ocurrió el accidente. Sabes, yo estoy muy seguro de que sí la has conocido.


-No sabes cuánto de gustaría recordarlo.


-Vamos Clara..! – una voz de mujer –


-Parece que tienes que irte, bueno, cuidate mucho. Nos vemos


-Chau chico inmaduro – en tono gracioso e inocente –


- … Vaya, vaya, vaya!


-Nadie me manda, mucho menos alguien que no conozco – y se fue riendo –


-De todos modos me hiciste caso, te fuiste. Jajá – y me comencé a reír mientras me preguntaba, Por qué me dijo “inmaduro” –


Que niña más curiosa, una forma de ser muy peculiar y agradable. Esto seguro que de haber tenido 5 años más, me hubiese gustado la idea de estar con ella. Tener más libertad para salir a caminar o comer algo, en fin, muchas cosas. Espero no cambie, será una buena persona. Y… que suerte el hombre que este con ella.


-En fin, es hora de seguir mi camino. Ya pasaron 2 horas… qué manera de pasar el tiempo. De haberme quedado con una moneda me hubiese comprado una galleta, ahora tengo hambre. Quisiera volverla a ver el día de mañana.


Cuando dormí, tuve un sueño con su hermana, no la conocía pero sabía que era ella. Me dijo que la cuidara. Increíblemente le respondo que Sí.


Fui al siguiente día, otro día, semana tras semana y meses. No la volví a ver. Y ya pasaron dos años. A veces cuando escribo me acuerdo de ella y lo único que pido es que este bien y que sea fuerte ante muchos problemas. Por dentro, también pido volverla a ver.


Lo que me preocupa más es que si llegaré a reconocerla cuando la vea de nuevo.

Dafta no u të demo ani.

"Vamos 'vamos °vamos...




En la apertura de una cadena que nos obliga a trabajar para poder existir. Donde y cuando, la felicidad se convierte en objeto de mitos y leyendas…



Soberanas como las aguas del Pacífico pero inquietas como los vientos.


Aún tenemos fresca en la memoria el último grito, llanto, del humano perdido.


Sólo sé que perdurará.


Entonces la puerta se abre, como cualquier otra, llena de dudas y entendimiento, buscando quebrar y cesar la imagen de una inocente idea convertida en una catastrófica guerra. El mundo es bueno, algunos malos. Inocentes, sólo los pequeños.

No son huecos, están llenos de agua.




La danza empezó, pasos repetitivos y algunos improvisados. Los violines chillan rompiendo las cuerdas.


Uno, dos, tres… suenan los zapatos contra el piso. Aplausos, aplausos, la danza empieza, todos bailan. Con tambores improvisados que golpean y golpean, sacuden la tierra… más los pasos retumbantes.


Las personas anhelan exaltación y comprensión.


Uno, dos, tres


Ahora son los niños quienes llevan el compás, y en un orden de conciencia colectiva… suben y bajan.


Cuatro, Cinco


Los más viejos se ríen, en memorias de felicidad y melancolía brindan por sus hijos y los hijos de aquellos… Van, vienen. Parecen hormigas.


Seis, siete


El vino se derrama sobre la tierra, y de ésta emergen plantas, flores. Vivas, sí, vivas que bailan junto aquellos afín de la danza, afín de la música. Aún así, sigue la armonía; risas, risas, tal vez, sólo un llanto de alegría…


Ocho, nueve


La tierra de adormece debido al vino… las flores marchitas. Mucha alegría causa agonía. Las personas se duermen, poco a poco todo se vuelve algo repetitivo. Uno, dos, tres… ya termina. Entonces, ahora, recién se escucha el llanto de los barriles vacíos, la tierra seca, flores marchitas.


Ja, ja, ja… -ríe un niño-


¿Qué ha sucedido?

papeles y polvo.

No, nunca vemos lo que debemos… sólo lo que queremos.





Él era y es un buen hombre, siempre a las dos de la mañana sentado al pie de la ventana escribiendo letras y palabras, viendo los párrafos de texto pasar y el humo del té extinguirse en la nada del aire. Sintiendo el frio correr por sus pies descalzos y el viendo tocar su espalda. Pensando si pasar a la siguiente página o saltar a otro cuento, muy ajeno a sus pensamientos.



Entonces, sigue sentado al pie de la ventana con los pies descalzos y el té se enfría mientras piensa la siguiente palabra… escribir para él es sencillo. Pero, saber qué demostrar a los demás es complicado; tan complicado como decidir dar un paso al frente, cuando debería ser al costado. La imaginación en su mente estalla como una enorme estrella vieja y apagada. Y le es imposible, a pesar de su poco esfuerzo, mantenerlo controlado, y se deja soñar con caballos salvajes. Libres, corriendo hacia el ocaso.


El último suspiro del viento se lleva consigo la última humareda, el té está frio. Ahora los pies se calentaron en el piso. Tres de la mañana y ve el mundo diferente… la luna se ha movido y el ruido es escaso. Se pregunta si en realidad hizo bien las cosas.


Suspiró, alzó la mirada y vio en la pared la sombra de un adorno semejante y más grande a una copa. El relejo de la pantalla rebotaba en sus ojos y sus ojos emitían sus emociones opacas. Emociones que así como el reflejo de la pantalla, se tiñen y desaparecen ante la mirada inhumana de las personas sin alma. Es que, para él es realmente difícil encontrar quién tiene una verdadera alma y no una réplica como los demás.


El único sustento de su aliento es su conciencia semidespierta, la parte dormida está en sus sueños, donde todos sabemos las cosas son mejores, para ser exactos: “Donde no hay errores”.


Como siempre él quiere saber más… como siempre él quiere tener una solución a todo… como siempre él busca ayudar… como siempre no ve su reflejo en el espejo. Pero, hay que dejarlo tranquilo, pues, es sólo un niño de doce años.







Recuerdos de pensamientos…

Mañanas como estas... I

No miento cuando digo que pasará...


Vaya peculiar manera de pasar el tiempo… extraño las calles vestidas de invierno por donde caminaba a veces solo, a veces contigo. Sólo pensando en cómo sería mañana, y cómo se haría. A veces con la cabeza muy en alto hablando para ustedes o para mí solo, diciendo incoherencias que no venían al caso pero que mencionaba por diversión, diversión que ustedes no entendían. Lo entenderán?


Extraño muy aparte vestir con una casaca, mi mano en el bolsillo derecho y la otra sosteniendo un lápiz, papel arrugado o el bolsillo de mi pantalón. Saber que al salir a la calle el aire fresco y húmedo de Lima me estaría esperando para decirme: “adónde irías si no tienes caminos…”. A lo que respondo: “no es tu turno, es el mío”. No sé si me dejo entender.


Quiero una buena cámara para al caminar por las calles, pueda captar imágenes inéditas del ambiente, urbano, monótono y aburrido. Saber que una misma cosa adquiere personalidad distinta, saber que no siempre es lo mismo, saber que varía el punto de vista…


Quiero caminar llevando una mochila en la espalda, una casaca con cuello alto, papeles arrugados en el bolsillo y una mirada no tan baja, profunda y autónoma, como si estuvieran buscando.


Poder reír entre la gente, acompañado de un alguien, preguntarme por qué a pesar de todo, algunos días el invierno es tan dulce, opaco y mágico. Es en esa estación donde aumenta la influencia invisible de mis pensamientos. Cuando uno busca.


Y quiero volver a salir por las frías mañana hacia un lugar con césped y sin paredes, cruzar las piernas y preguntar de nuevo: “estás ahí..?”. Querer que la respuesta sea un Sí, pero, cuando abro los ojos se desvanece el pensamiento dejándolo, nuevamente, en recuerdo.


Despertar temprano sin preocuparme por el cansancio, aprovechar los metros que, por ahora, puedo aún caminar y caminar sin escuchar música. Quiero saber qué sonidos nos da éste invierno… será algo nuevo, estoy seguro. Se siente inconscientemente, cuando algo perturba, cuando algo gusta.


No busco el mismo tema, son diversos como las aguas del río, lamentablemente, no puedo saltar de objetivo pues aún no se aprenden bien el siguiente capítulo. Para qué engañar?


Dime, podremos ir hacia algún lado en este invierno. También recuerdo cuando se improvisaban caminos… caminaba detrás de ustedes sintiendo el viento, veía como a veces temblaban, podía oler sus aromas y estados de ánimo, y, como dije antes, insistía diciendo cosas… algo absurdas. Es que, nunca se han dado la verdadera paciencia de buscar.


Algo fácil aburre, algo difícil frustra, palabras de mal entendedor… si supieran como es, sería más fácil decir por qué y dónde.


Era más fácil cuando se lo pedía al viento, o cuando sólo lo pensaba en momentos variables e inciertos. Me gustaba cuando veía a las personas con las manos metidas en los bolsillos de la casaca, me gustaba cuando estabas vestida con lo normal, a pesar del “frío”, las caminatas largas servían para cuatro cosas:


1.- Olvidar temas aburridos


2.- Buscar alguna idea extraordinaria


3.- No pensar en el tiempo


4.- Calentar en algo el cuerpo


Seguimos, entonces a veces amanece ligeramente soleado pero el aire sigue siendo desdeñoso, la imaginación y pensamientos brotan llenando de nostalgia en donde alguna vez hubo una risa, ése es el efecto de las calles gélidas sobre recuerdos.


Y es que de todos modos sabemos que por ahora no hay nada mejor que un “Invierno limeño”.

Tal vez..

“Dentro de la pequeña caja de madera estaba, estaba, el soldadito de plomo…”



Como una videocámara que va recorriendo las calles; con la diferencia de que no graba los autos ni las casas, sino un inmenso camino lleno de árboles, ramas, silencio. Inconscientemente se puede atisbar un brillo que viene de un lado, lado izquierdo. Sigue recorriendo el interminable bosque, con las ramas cubriendo el cielo y el silencio, los suelos. El efecto nublado que produce una mirada aún indecisa, pensando y tranquila aturde su conciencia, se pregunta, cuándo llegó aquí y por cuánto tiempo lo estuvo… la respuesta no trae consigo la verdad, te advierto.



Vamos, está cerca, sólo tenemos que caminar hasta llegar a la pequeña montaña de hojas. Un copo de nieve se posa sobre los guantes negros y delgados que llevas puesto, observas, preguntas, piensas… y lo dejas caer sintiéndote ajena al momento, dónde estamos?, nunca lo sabremos pues todo el tiempo no percibimos la realidad concreta. Lo que nos hace “fuertes” entre nosotros pero Vulnerables a nuestra misma tierra. Cinco en punto de la mañana, suspiras y te sientes extrañamente abrigada por el vapor que sale de tu boca, sigues jugando… imaginando.


Amanece y te cuesta creer cómo ves la mañana, lo sé, es perfecta. No tan vacía para dejarte llevar por emociones inconscientes y no tan llena como para pensar por el alguien más. Pero, de qué está llena?, mira… un árbol, dos, tres, cuatro, siete, doce… Yo no.


El camino, no hecho por la Naturaleza, pero marcado por los pasos de varias personas. O, sólo de una sola que pasó por ahí varias veces? Aquí ya no hay nadie, pero no estás sola. Ocho en punto de la mañana y los ligeros rayos del sol que llegan a pasar por la extraña y ligera “neblina”, chocan con tu rostro, contrayendo tus pupilas y secando tus labios. Caminas, caminas buscando lo que llamas, tú, alguien. No se sabe si es camino es largo o si tus pasos son cortos, yo, hasta ahora, sólo sé que el tiempo es el mismo.


Estaba en una línea, o caminando por ella, veía un “punto” (algún objetivo?). Me distraje, para voltear a la izquierda, sin darme cuenta tomé otro rumbo y no estaba perdido. Fue irreal pero latente, sólo caminé observando el espacio auténtico de un orden repentino. Las hojas caían suavemente, movientes afín del viento, miré hacia atrás pero el ambiente extrañamente había cambiado.


Tres de la tarde, a un lado del “camino” me siento y me abrigo yo mismo, con mis brazos, la mirada baja observando una hoja seca, de hecho muy bonita. El viento se puso tibio, pesado, como una mano que me estuviese consolando… recordé esa vez, sólo una vez, que me alborotaron el cabello diciéndome: “déjalo...”. No estoy dormido.


Diez de la noche, terminé echado en mitad de camino, la mirada peculiarmente hacia arriba y allí, dónde yo veía o hasta donde podía, allí, estaba una estrella… hace tiempo no veía la Luna. Me levanté y pareció que de nuevo el viento me ayudó. Dónde estará… la frescura de la noche para caminar, otra vez, sin estar completo y vacío. Dos de la mañana, sabes, me gustaría un día de estos encontrarme contigo.


Buenos días,