papeles y polvo.

No, nunca vemos lo que debemos… sólo lo que queremos.





Él era y es un buen hombre, siempre a las dos de la mañana sentado al pie de la ventana escribiendo letras y palabras, viendo los párrafos de texto pasar y el humo del té extinguirse en la nada del aire. Sintiendo el frio correr por sus pies descalzos y el viendo tocar su espalda. Pensando si pasar a la siguiente página o saltar a otro cuento, muy ajeno a sus pensamientos.



Entonces, sigue sentado al pie de la ventana con los pies descalzos y el té se enfría mientras piensa la siguiente palabra… escribir para él es sencillo. Pero, saber qué demostrar a los demás es complicado; tan complicado como decidir dar un paso al frente, cuando debería ser al costado. La imaginación en su mente estalla como una enorme estrella vieja y apagada. Y le es imposible, a pesar de su poco esfuerzo, mantenerlo controlado, y se deja soñar con caballos salvajes. Libres, corriendo hacia el ocaso.


El último suspiro del viento se lleva consigo la última humareda, el té está frio. Ahora los pies se calentaron en el piso. Tres de la mañana y ve el mundo diferente… la luna se ha movido y el ruido es escaso. Se pregunta si en realidad hizo bien las cosas.


Suspiró, alzó la mirada y vio en la pared la sombra de un adorno semejante y más grande a una copa. El relejo de la pantalla rebotaba en sus ojos y sus ojos emitían sus emociones opacas. Emociones que así como el reflejo de la pantalla, se tiñen y desaparecen ante la mirada inhumana de las personas sin alma. Es que, para él es realmente difícil encontrar quién tiene una verdadera alma y no una réplica como los demás.


El único sustento de su aliento es su conciencia semidespierta, la parte dormida está en sus sueños, donde todos sabemos las cosas son mejores, para ser exactos: “Donde no hay errores”.


Como siempre él quiere saber más… como siempre él quiere tener una solución a todo… como siempre él busca ayudar… como siempre no ve su reflejo en el espejo. Pero, hay que dejarlo tranquilo, pues, es sólo un niño de doce años.







Recuerdos de pensamientos…